Paladín del orden
de los pensamientos…
Con la armadura brillante
que me ciega
cuando el sol acaricia tus cabellos.
Guerrero que cabalga la pasión
de los sentimientos
más profundos…
Con el ceño fruncido
te dejas llevar por la ola,
doblegándola a tu voluntad.
Tú, mi Jano
al que nunca encuentro sentido…
Yo, humilde testigo
que lanza la moneda
de tus dos caras…
Yo, que por un instante deseo,
rezo al azar
para que, por una vez,
la moneda,
tu moneda,
caiga de canto.