Tras llegar
quemaré las naves.
Lo haré sin dudas de ninguna clase.
Las quemaré para no tener que volver, nunca más.
Cuando mi pié toque la suave tierra,
y vea el nuevo horizonte que se abre
ante mí, ante mis ojos anhelantes
de aventuras nuevas,
entonces, quemaré las naves.
Sentiré la brisa lisonjera
de ese mundo que abre sus brazos
a modo de saludo cariñoso,
como si fuera una hija a la que no viera
desde hace años.
Correré por sus prados,
escalaré sus montañas,
cultivaré sus campos
y correré con las manadas
de lobos y gamos
como si fuera una más.
Cuando llegue, quemaré las naves para no volver jamás.
Pero ay, soñando como estaba
abriendo mis brazos en proa,
ignoré la tormenta que llegaba
y los gritos de bajar a cubierta..
Ahora, con fuego en las velas,
y una herida abierta
en el cuerpo de madera,
noto al mar llamándome,
me arrastra a su fondo de leyenda…
Me arropan con su canto
las sirenas,
al menos seguiré soñando
con quemar mis naves
y vivir una vida nueva
en las vírgenes tierras.
A veces cuando más está cerca el sueño que deseábamos, de repente, un giro del destino lo aleja sin remedio, otras veces es el tiempo el que cubre los sueños de polvo.
Bellas líneas.
Saludos.
quemar todo aquello que no es uno, recoger un puñado de ceniza y volver a empezar.
Uno siempre sueña, anhela, añora, y en ocasiones, cuando alcanzas por fin el objeto de tu pasión, no es lo que soñaste, lo que anhelaste, lo que añoraste sin conocer. Y vuelta a empezar. Sueña, eso te mantiene viva y creando. Precioso tu poema.
Tierras virgenes en el fondo marino…todo un mundo de sueños.
Quemar naves para si tiene tentación de volver, que no haya medio humano ni divino para hacerlo, y tanto desea no volver a caer que los dioses le brindan su deseo: quemar las naves para no volver.