Sentados en tronos de oro
con sellos dorados en sus dedos,
con birretes y trajes bien planchados,
bien cómodos están los monos.
Te miran por encima de sus gafas,
y cual reyes, rubrican el papel en rojo
como si fueran más sabios (o menos tontos),
como si del aire estuvieran sus cuentas alimentadas.
Pero no teman, lectores queridos,
pues mientras la barriga tranquilamente se rascan
nosotros siempre habremos perdido,
pues, o formas parte de la élite, vil calaña,
o por fieles vasallos, siempre confundidos.
Y es que no hay mejor riqueza que un gran diploma,
que subirse cual papa a una tarima
y soltar gilipolleces por la boca.
Que viva el magister, y su sabiduría infinita,
que no por agradarles serán las gentes más sabias,
que no por sus desprecios, menos listas.
La modestia es la más escasa de las virtudes, sobre todo entre aquellos que se supone deberían instruir a sus semejantes. Sólo nos queda armarnos de paciencia y recordar que, por mucho que traten de esconderlo, su mierda también huele.