Eastern Promises OST – Howard Shore
Estaba contento, todo estaba saliendo de maravilla. Su fiel esposa se había mantenido a su lado, no se podía pedir otra cosa, al fin y al cabo, alguien de su estatus tenía que mantener la tradición… Aún así, hubo un momento en el que dudó de que su mujer se quedara en casa. Suponía que los gemelos habían tenido algo que ver en su decisión de quedarse, una mujer sola, sin trabajo, casa o dinero…¿Y divorciada? ¿Qué dirían sus padres? ¿Sus conocidos? Sonrió. Puede que no se hubiera quedado por amor, pero lo había hecho, aún sabiendo que la espada de Damocles pendía sobre sus cabezas.
Casi dos años antes de esa bonita noche de marzo, todo se le había torcido. Como la mayoría de los integrantes de la empresa, compartía ciertas noches con una hermosa mujer que, obviamente, no era su esposa. No, obviamente no era una Geisha, sólo una joven prostituta de alto standing a la que los yenes que él le daba le gustaban más que los de otros. Todos los miércoles, después de ir a la sauna con los demás, marchaba al piso donde ella le esperaba. Era una chica inteligente, además de guapa, y disfrutaba con ella hablando de todo un poco, pero sobre todo desahogándose de aquellas cosas que le sucedían durante el día y que de ninguna manera compartiría con su esposa.
Aquel había sido su gran error, la joven había resultado ser una confidente de la policía, y por su culpa su jefe y parte del consejo se habían visto implicados en una importante investigación judicial. Sobraba decir cómo había terminado su amante. Él tuvo que demostrar su valía, se cortó el índice y dos falanges de su dedo anular derecho, y con el bombo que se le dio en la prensa su mujer acabó enterándose de la aventura. Sin embargo, se había quedado con él, se había mantenido a su lado a sabiendas de que su apellido había quedado en desgracia. «Tarde o temprano, querido, podrás probar lo que vales y todo se solucionará», le dijo una noche Kaiko. Mirándose en el espejo del baño se sintió afortunado, sus superiores habían sido muy magnánimos con él… Otros, por un error menor, habían tenido que hacerse el harakiri.
El primer año después de su caída en desgracia no había sido tan bueno, decidió enviar a los niños a casa de sus abuelos en Yokohama, sólo por si acaso. Con cada paso que daba hacia su trabajo notaba miles de ojos en su nuca, observando, vigilando sus movimientos. Casi no dormía, e incluso había sacado su vieja escopeta para defenderse. Pero todo había pasado, ahora se sentía seguro, e incluso lo habían ascendido. ¿Qué más se podía pedir? Su casa volvía a estar llena de vida.
Pero no en ese momento, los niños llevaban horas acostados, no habían dado demasiado la lata y parecía que por fin habían quedado agotados. Su esposa dormía profundamente a su lado de la cama. Debía de estar cansada, después de la película se había marchado a la habitación y ni siquiera la había criticado un rato, cosa que siempre le gustaba hacer antes de dormir. Le resultaba raro, habían vuelto a tener la confianza de cuando estaban recién casados, y solía esperarle para apagar la luz… Sí, demasiado silencio…Escupió el enjuague bucal de golpe. Sólo pudo ver su propia sangre sobre la cerámica… sus hijos…
Horas después, el detective Kato de la policía sólo pudo describir lo que había visto dentro de la casa como algo profesional, profesional y atroz. Nadie había quedado con vida, nadie se había dado cuenta de que el asesino estaba en la casa, los vecinos tampoco habían oído nada. Como si hubieran sido asesinados por un fantasma.
Lo que nadie supo, ni siquiera Hanako, fue que, cuando salió por la puerta del apartamento sabiendo que iba a ser castigada por no haber sido capaz de matar a los niños y sufriendo su primer ymás profundo dolor de cabeza, una sombra profunda llena de oscuridad y sin remordimientos, entró en la casa y terminó lo que ella había empezado.
Brutal, pero desvelas uno de los grandes misterios de tu novela… no voy a decir nada más 😉
la muerte es un momento.
muy intenso, k.
Jajaja
Eari, sí, medio se desvela algo Eari, todo tiene su sentido, y el verdugo es así, no se pregunta si tiene razones o si es justo matar, lo hace. ¿O no?
Vitt, la muerte es lo que la persona quiere. La mía baila, la de este hombre, al menos, fue rápida.